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Proyectar expectativas positivas.

 

El efecto Pigmalion



LA PROFECÍA QUE SE CUMPLE:

En 1948 el concepto de “profecía autocumplida” o profecía que se cumple a sí misma (self – fulfilling prophecy) para aludir al fenómeno por el cuál una predicción falsa produce realidades verdaderas, especialmente cuando un colectivo numeroso cree en ella.

La percepción influye en el comportamiento. Las personas adecuan sus conductas al significado que atribuyen a la situación.

Si están convencidas de algo, independientemente de que sea verdad, se comportan de modo tal que tienden a confirmar sus expectativas, deseos o temores.

Ejemplo de éste fenómeno es el “pánico bancario”.

Se rumorea que un banco tiene problemas de solvencia, la gente que tiene ahí sus ahorros acude rápidamente a sacarlos…produciendo una falta de liquidez que lo lleva a la quiebra.

Puede que el rumor no se basase en ningún dato objetivo sino en un ataque malintencionado de la competencia. El caso es que se ha convertido en realidad.

Otro ejemplo muy notorio es la profunda crisis mundial en la que actualmente estamos inmersos. El crecimiento económico produce una euforia contagiosa.

La expectativa de grandes ganancias con un activo o producto se dispara.

EL CÍRCULO VICIOSO DEL MIEDO:

“Si miras demasiado tiempo al abismo acabas siendo atraído por él” – Nietzsche.

Esto lo saben muy bien los monitores de esquí. Una de las primeras cosas que te enseñan es a mirar hacia la zona despejada donde quieres ir, en vez de, al árbol que quieres evitar, porque si haces esto último, el cuerpo gira inconscientemente en la dirección de la mirada y el choque está asegurado.

Cuando el miedo se adentra en nuestras entrañas, secuestra nuestras conexiones neuronales y arrasa con nuestro talento.

¿Es posible conseguir que un profesional competente y comprometido pueda fracasar hasta el punto de tener que dejar la empresa rodeado de oprobio y convencido de su incompetencia?.

Sí, es posible.

Se llama mobbing o acoso moral.

Mediante sutiles procedimientos intimidatorios, vejaciones, cotilleos, miradas significativas, expresiones de desprecio, aislamiento, trampas, exceso de responsabilidades y otras maniobras, un jefe, compañero, colaborador o grupos tóxicos pueden envenenar lentamente al profesional en el punto de mira.

Con este tratamiento le inducirá a sentir culpa, vergüenza, deterioro de su autoimagen y, consecuentemente, de su autoestima.

Su mente no estará en las mejores condiciones para rendir, se verá afectada su capacidad de concentración y aumentará la probabilidad de que acabe cometiendo errores.

El estrés al que se encuentra sometido acabará pasándole factura en términos de salud, lo que producirá mayor descenso del rendimiento. ¡¡Y ya está!!.

Hasta aquí hemos visto ejemplos de consecuencias negativas de la profecía que se cumple.

¿Será posible que éste fenómeno funcione también en positivo, que nuestros deseos y esperanzas tengan más probabilidades de convertirse en realidad?. Ahora lo veremos.

Los placebos son sustancias inocuas que se utilizan en la investigación de medicamentos para distinguir los efectos reales de un fármaco y los que se producen debido a las expectativas de los pacientes, a su creencia en que mejorarán.

Recientes estudios muestran que es proporcional a las expectativas de la persona en cuanto a la cantidad de recompensa o disminución de dolor que espera. A mayor esperanza, mayor alivio.

Nuestras creencias con respecto a otras personas también pueden convertirse en realidad.

Un jefe que piensa que sus colaboradores son inmaduros e incompetentes tiende a darle órdenes e instrucciones precisas y a exagerar los mecanismos de control, que no estimulan la iniciativa, sino que refuerzan el comportamiento dependiente y sumiso.

De este modo, acaba confirmando su creencia inicial.

Las personas tenemos tendencia a crear expectativas sobre el comportamiento de los demás en determinadas situaciones, a partir de datos, sobre su forma de vestir, modo de hablar, rumores…

Llamamos “efecto pigmalión” a la influencia positiva que ejercen las expectativas del maestro, tutor o mentor sobre el aprendizaje y desarrollo del tutelado.

El modo de tratar a las personas influye sobre su manera de actuar. Nuestras actitudes hacia los demás se traducen en comportamientos no verbales y en tonos de voz, de los que somos inconscientes, pero que los demás captan.

La información que recibimos acerca de nuestro desempeño, y la forma en que nos tratan, puede cambiar nuestra manera de actuar y la visión que tenemos de nosotros mismos. A nuestro cerebro le desagrada la incertidumbre.

Nos encanta predecir y acertar.

Seguramente, esto nos salvó muchas veces la vida cuando vivíamos en las cavernas.

Por ello, nuestra tendencia natural es a prever peligros y protegernos, aunque ya no tengamos que luchar tan duro para la supervivencia. Con qué gusto decimos: “¡te lo dije!”, “¡ya te lo advertí!”.

También hemos desarrollado evolutivamente una fobia a equivocarnos, así que, inconscientemente, tendemos a conducirnos de forma tal que podamos reforzarnos en la idea de que teníamos razón. Y si no, ¡¡nos enfadamos!!.

Por eso, es vital que los profesores y maestros desarrollen y comuniquen expectativas positivas sobre sus alumnos.

Lo mismo sucede con los jefes y mentores. ¡¡Un mentor ha de ser un verdadero Pigmalión!!.

El siguiente gráfico muestra el ciclo de confirmación de expectativas sobre el desempeño.

Como vemos, las profecías que se cumplen también funcionan en positivo, generando un círculo virtuoso que se refuerza en la dirección deseada, el crecimiento personal y profesional:

1. Expectativas positivas del mentor.
2. Relación positiva con el mentorando.
3. Impacto positivo en el autoconcepto.
4. Mejora de la actuación.
5. Confirmación de las expectativas.

(El punto 1 relacionado con el 3)

CÍRCULO VICIOSO DE LAS EXPECTATIVAS POSITIVAS:

“Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trata a
un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser” – Goethe.


El efecto pigmalión del que hemos hablado no es mágico. Las creencias no se convierten en realidad por sí solas, sino por lo que hacemos movidos por ellas, aunque no nos demos cuenta.

Para ejercer de pigmalión hay que poner en práctica una serie de pautas de pensamiento y acción.

En el capítulo anterior hemos visto que para ser un buen Pigmalión, en primer lugar, hay que desarrollar creencias y expectativas positivas sobre uno mismo y los demás:

  • Tener confianza en la propia capacidad, poder y energía para influir sobre las personas y ayudarles a maximizar su potencial.
  • Confiar en las propias capacidades como mentor.

Como decía el profesor Higgins: “yo sé que puedo enseñarle todo lo que necesita saber”.

  • Estar firmemente convencido de que las personas tienen un potencial, un talento que desarrollar y pueden hacerlo.

Creer a ciencia cierta que las personas pueden cambiar, como confió el obispo Bienvenido en Jean Valjean, el protagonista de “los miserables” de Víctor Hugo.

  • En segundo lugar, hay que dar visibilidad o proyectar estas expectativas positivas, trasladándolas a comportamientos concretos del mentor con respecto al mentorando.

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